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Reservoir Dogs: Tiempos Violentos

Was that as good for you as it was for me? — Mr. Blonde.

Es lógico que Hollywood sea una fuente de inspiración a la hora de trasladar buenas –y populares– historias al mundo gamer. Siempre ha sucedido. A veces (las menos) es al revés. Es más, actualmente, pensar en una película de acción, horror o familiar/infantil (como X-Men, Piratas del Caribe, Miami Vice, La Casa del Horror, etc.) sin su tie-in correspondiente, es decir, su videojuego-valor-agregado es impensado. Y por cierto, también una mala estrategia de marketing. El detalle interesante en este crossover de medios es cuando películas oscuras, olvidadas o de culto son trasladadas a las consolas.

Generalmente, los resultados son buenos: está el caso excepcional de The Warriors (1979), El Padrino (1972) o Scarface (1983). Y ojo que se viene la versión gamer de Harry el Sucio para el PS3 (se supone). O sea, los diseñadores se están poniendo un poquito más cinéfilos a la hora de seleccionar sus películas. Bravo por eso.

Reservoir Dogs, que acá se dio a conocer como Perros de la Calle, es el nuevo y hasta sorpresivo ejemplo. No sólo fue el explosivo debut de Tarantino en las grandes ligas, sino que además marcó un nuevo standard de cool a la hora de realizar películas, cosa que un par de años más tarde fue ley luego del estreno de Pulp Fiction. Es entendible la elección. Buena película, personajes que destilan estilo y cool, violencia y mucho disparo. Podría ser un episodio de la saga Grand Theft Auto, pero no. Se parece un poco, eso sí.

Además, su promoción partió con el pie dercho: antes de su estreno, el juego ya había levantado polémicas –incluso prohibición en Australia– debido a su violento contenido, que no es tan-tan escandaloso para ser sinceros.

Claro, porque el juego se erige como un shooter en tercera persona, en donde además hay que manejar y evadir a la policía, como en la película. Obvio. La pregunta, claro, va más en relación a preguntarse si el juego le hace justicia a la fuente original. Y la respuesta es a medias, tirada a no. Seguro: están los personajes, la estética gráfica, las corbatas y trajes negros, el soundtrack y hasta la voz del mismísimo Michael “Cortaorejas” Madsen como Mr. Blonde. Pero si somos honestos, la verdad es que la película, salvo algunas secuencias, se desarrolla principalmente en un galpón. El robo no se ve y el escape, apenas.

De hecho, es una excusa para introducir los personajes. Entonces, los diseñadores del juego se han tomado varias libertades para estirar el guión del juego que puede o no molestar. Eso, sin contar que al final, fue sólo Michael Madsen quien prestó su voz y figura como uno de los personajes. El resto sólo se parece. Un poco.

 

"Hey, I’ve changed my mind. Shoot this piece of shit, will ya?": Y este señor es… uno que se parece a uno de los Perros de la Calle originales.


Ahora, para contestar la pregunta del millón: ¿existe la posibilidad como Mr. Blonde de cortarle la oreja al policía? Pues sí. Se puede. Y con eso ya el juego vale la pena. Por un rato.

A Reservoir Dogs (desarrollado por Volatile Games y distribuido por Eidos Interactive), Metacritic le otorgo nota 53, mientras que Game Rankings, 57. Está disponible para PC, XBox y Playstation 2 y el link a la página oficial está por acá.

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Reseñas·Videojuegos

Just Cause: Derribando Dictaduras

Reconozco que este juego hacía mucho tiempo que le tenía puesto el ojo. Y me moría de ganas de probarlo, principalmente por un detalle en particular. Es más, incluso un récord: ser el juego de video más “grande” en extensión virtual jamás creado. Es decir, el juego –que funciona como una variación de la saga Grand Theft Auto– posee un terreno “real” para que el jugador pueda recorrer. Pero antes de eso, revisemos la historia de Just Cause.

Adoptas el rol de Rico Rodríguez, un agente secreto de la CIA que engloba las personalidades de “James Bond, Mad Max, El Mariachi, Wolverine, Rambo, Jack Bauer, Han Solo y Vincent Vega, con un toque de Enrique Iglesias”, según palabras de Odd Ahlgren, uno de su creadores. ¿Su misión? Derrocar la dictadura del General Salvador Mendoza, en la ficcional isla tropical de San Esperito. De hecho, el nombre no sólo es un juego de palabras (“causa justa”), sino que además es una directa alusión a la operación norteamericana en panamá realizada a fines de los 80s con el fin de derrocar a Manuel Noriega.

Así, el jugador debe infiltrarse entre los rebeldes, asesinar agentes del gobierno, realizar atentados y asociarse con carteles de droga, entre otras misiones paralelas. Todo, con el clásico display de armas, vehículos y gadgets necesarios para completar los objetivos, además de un par de trucos que le dan más carácter a su protagonista.

Pero más allá del cautivante escenario tropical y de las reiterativas y poco creativas misiones, lo que realmente sorprende del juego es lo inabarcable de su terreno. Literalmente, el juego cuenta exactamente con 1.024 km2 de superficie para recorrer, además de la costa de la isla. Un gran detalle en esto es que al cruzar la isla nunca se verá una pantalla de carga. Punto para Just Cause.

El problema en todo esto es que la inmensa extensión del terreno no sólo hace que los viajes (y repetirlos, si te matan) sean un tanto lateros. Además, muchas veces las misiones son demasiado genéricas y extremadamente difíciles, por lo que el nivel de frustración a veces puede subir rápidamente.


Volaréeee, oooooh: el infatigable Rico Rodríguez en su misión número 12.368.


Aún así, el juego se sostiene por sus propios méritos. Pero hasta cieto punto. Y ojo, que la versiones para PC y Xbox 360 son muchísimo mejores –visualmente hablando– que para el resto de las plataformas.

 

Metacritic le otorgó un 68 a su versión para PS2, mientras que a la versión para Xbox 360, un 74. Y por si acaso, el link al sitio oficial del juego está acá.

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Scarface: The World is Yours, Cabrón

“Sey hellooo to ma littel frend!!!”—Tony Montana en Scarface.

Lo mejor del juego es su premisa: ¿qué hubiese pasado si al final de la película de Brian de Palma, Tony hubiese adivinado que alguien venía por atrás para volarlo en mil pedazos y la cosa hubiese sido alm revés? Pues así es como comienza el juego: mata s a todos los hombres de Soza, escapas de la mansión y comienzas de cero. La idea, claro, es retomar el control de tu imperio y de la ciudad de Miami. Tal como en el GTA: Vice City.

Entonces, la idea es renacer. Para esto, Tony deberá realizar una serie de misiones que van desde perseguir tipos, amenazarlos a golpes, aniquilar bandas rivales, transar cocaína y hasta conseguir chicas. Todo esto, por dos motivos básicos: amasar dinero (que finalmente es el gran objetivo del juego) y aumentar tu reputación. Tal como en, em, el GTA: Vice City. La diferencia es que acá cuentas con un medidor de bolas (sí, de testículos) que al momento de ser llenado, desata el modo “rage” que no sólo transforma el juego en primera persona y te hace invulnerable por algunos segundos; además, regenera tu salud por cada tipo que matas. Gran detalle que hace que el juego cobre un interés extra.

Para realizar las misiones encomendadas, el juego provee un generoso arsenal de armas y vehículos: autos y lanchas –de todo tipo, tamaño y velocidades– al clásico arsenal que va desde armas cuerpo a cuerpo (la motosierra es obviamente la más divertida de todas) a potentes carabinas de asalto como la que uso Tony para defenderse de los matones de Soza al final de la película.

Los gráficos del juegos son totalmente estándar para un juego de este tipo. Y si fuera un poco más crítico, diría que el GTA: San Andreas tiene gráficos mucho mejores. Sí hay que reconocer que el modelo de Al Pacino está muy bueno y se parece bastante al original. El resto de los habitantes de Miami es totalmente genérico y repetitivo (los policías, los dealers, los pandilleros, las chicas, etc.). Los diálogos están ok, aunque con un impresionante léxico de garabatos que harían sonrojar al mismísimo Daniel Viclhes y sus Académicos de la Lengua, especialmente cuando uno aplica el modo “rage”, donde Montana se manda una perorata de aquellas.

Who’s your daddy cool, cabrón: Tony despacha una banda rival, pero siempre con estilo (latino, claro).


El otro detalle interesante son las voces. La de Montana no está doblada por Al Pacino, pero sí por un actor (un tal André Sogliuzzo) que fue personalmente escogido por él. Y lo hace bien. Se acerca bastante al acento, a los modos y al estilo de Pacino en el original. Como trivia, Robert Loggia (Frank López en la película) y Steven Bauer (Many en la película, brazo derecho y mejor amigo de Tony, además de estar obsesionado con su hermana Gina) aparecen con breves cameos vocales interpretando a personajes en el juego. Cool.

Por su parte, la banda de sonido es un agrado. Muy en la onda de revival de las estaciones de radio del GTA: Vice City, el soundtrack de Scarface está lleno de hits (y one-hit-wonders) ochenteros, desde Billy Ocean e Iggy Pop a desconocidas joyitas como los new-wavers Wire Train. Pero también hay hip-hop old skool, música cubana, neo-heavy metal, hardcore (¡está Suicidal Tendencies!) y hasta reggaeton. Todo, armado como compilaciones en casete (buen detalle).

Metacritic le otorgó una nota promedio de 75 al juego y si aún no lo has probado, puedes visitar la página oficial del juego acá.

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