Da gusto caminar por una ciudad como Ciudad de México y percatarse cómo está operando una industria que cada día se agranda y clama por desarrollarse. Sólo el hecho de caminar por el centro y detenerse en los kioscos para darse cuenta no sólo de la gigantesca oferta de revistas disponible –al igual que en Buenos Aires–, sino también del detalle de cuántas revistas dedicadas a los videojuegos hay a la mano.
Se supone que hay algo así como dos docenas de publicaciones dedicadas a videojuegos, desde revistas “neutras” como Gamers, EGM México y probablemente la más importante de todas, Atomix (que este mes celebra su número 100). Después están todas las revistas dedicadas, del tipo Xbox Oficial Magazine, que no necesariamente es editada por Microsoft, sino que por fanáticos de la consola que ni se arrugan en decir que un juego es una basura. Da gusto.
Todo esto, sin contar la infinidad de blogs y publicaciones alternativas dedicadas al tema. Y programas de televisión.
Pero claro, donde más lo anterior se puede comprobar es en las tiendas. En el centro, en lugares como Sanborns y Mixup, y en centro comerciales, con tiendas como GamePlanet, entre muchas otras. Seamos justos: algo de eso comienza a verse –con agrado, no nos consta si con éxito– en nuestro país en ejemplos como las tiendas Gamers, ubicadas en el los malles del sector sur poniente de la ciudad o PlayWare, en el Apumanque.
Al igual que sus símiles originales, las tiendas son completamente dedicadas al negocio de la venta de videojuegos. Como complemento, venden consolas. Y nada más. Cero periféricos –excepto los estrictamente necesarios para las consolas- y, curiosamente, nada de juegos para PC. Supongo que asumen su público distintamente al gamer de PC. ¿Es ya tan así?
Lo que más me llamó la atención de estas tiendas, que al final son esencialmente iguales, con una leve, muye leve diferencia de precios, decoración y disponibilidad de títulos, es cómo le dan como caja al título de moda y al merchandising. En este caso, por ejemplo, al Grand Theft Auto IV, el Ninja Gaiden II o el Metal Gear 4: ediciones especiales, mucha publicidad, monos de cartón en la entrada y claro, teles con el demo del juego.
Curiosamente, me percate que muy poca gente entra a “jugar” la consola que está en demostración…
Al final, estas tiendas son como Blockbusters, pero dedicados a la venta de juegos en vez de películas. Y lo bueno, hay precios escalonados. En promedio, estamos hablando de precios que fluctúan entre los 70 y 80 pesos mexicanos (alrededor de 35 y 40 mil pesos chilenos) para los juegos nuevos y títulos más viejitos que pueden estar en ofertas de 40 pesos, es decir, algo así como 10 mil pesos chilenos. Y me refiero a títulos de hace un par de meses, no de un año atrás.
Ahora, claro, los juegos nuevos valen lo mismo que en nuestro país. Entonces la pregunta cae de cajón: ¿cómo es posible que un juego que está disponible a la vuelta de la esquina (EE.UU.) cueste lo mismo que en Chile, considerando el obvio gasto por distancia?
Videojuegos para los chavitos: ¿Me creería si le digo que esta foto fue sacada dentro de una tienda ancla mexicana? Así es, es el "corner" que le dedican en México a los videojuegos. Hmm, igual que acá en Chile.
El detalle es que no sólo existen varias tiendas dedicadas al tema (dos o tres por centro comercial, digamos). Además, hay que considerar a los espacios dedicados especialmente para el rubro. No estoy hablando de los rascas “corners” que ponen las grandes tiendas (muchas veces al lado de los juguetes para infantes, como pasa con cierta consola nipona) acá en Chile.
Allá, tiendas ancla como El Palacio de Hierro o las Tiendas Liverpool (similares a Falabella y París) poseen vastos espacios con gran disponibilidad y variedad de títulos, muchas veces con consolas en demo para jugar libremente. Acá los precios son un poco más caros que las tiendas que están a pocos metros, descritas más atrás, pero claro, estamos hablando de una “gran tienda”, facilidades de pago, cómodas cuotas, etc.
Son las ventajas no sólo de un mercado desarrollado, si no que también de un entendimiento general por parte del retail de cómo y cuánto se está gastando e invirtiendo en esta industria; algo que todavía falta por instalarse en nuestro país.