Tengo el recuerdo muy fresco de cuándo fue que por primera vez vi una consola Nintendo. Porque antes de eso, todo era Atari. De hecho, Atari era sinónimo global de videojuegos por esos días -comienzos de los 80s- y Nintendo, con suerte, eran apenas (para uno) esas mini consolas con reloj y jueguitos.
Debe haber sido una tarde de verano de laño ’86 ó ’87. La vi en un videoclub de barrio cercano a mi casa. Estaba al rincón del local, en una esquina, conectada a un televisor. Esto fue lo primero que vi en la pantalla.
Al frente, un pequeño sillón en donde me instalé y pasé toda la tarde jugando (era casero del local, por supuesto). Así estuve hasta que mis padres me pasaron a buscar, desesperados, porque no había llegado de vuelta a la casa. Afuera estaba oscuro. No me había dado Yo estaba en trance.
Pero en términos históricos fue hoy, exactamente hace tres décadas, que nació la Famicom.
Un poco de historia: mientras occidente vivía el segundo crash de su incipiente industria de videojuegos, en Japón un pequeño gigante comenzaba a alzarse para conquistar Asia y, un par de años después, el mundo occidental.
Se trataba obviamente de Nintendo, que hasta ese momento era una más de las compañías que comenzaban a apostar, a partir justamente del éxito inicial de Atari, por las consolas caseras, y que ya habían innoivado al mpresentar una competencia del Pong, pero a todo color.
En esa fecha, hace 30 años, Nintendo trató de diferenciarse del resto al ofrecer una nueva consola de videojuegos casera que además podía funcionar como computador. De ahí su nombre original: Famicom (‘family computer’).
La estrategia, sin embargo, fue desechada a la hora de desembarcar en EE.UU., en octubre de 1985, donde simplemente se le conoció como Nintendo Entertainment System (o sencillamente, NES), sin el apéndice computacional, sino que presentada como una consola de videojuegos de nueva generación.
Lo que sucedió a continuación, ya hacia la segunda mitad de la década de los 80 y de la mano de un fontanero italiano llamado Mario, sólo puede traducirse como la resurrección de la industria de videojuegos y el comienzo de una nueva edad de oro donde Nintendo, hasta el día de hoy, se mantiene en el Olimpo.