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[Reseña] Doom: The Dark Ages — El Infierno Se Pone Armadura

Especificaciones técnicas

  • Estudio id Software
  • Publisher Bethesda Softworks
  • Plataformas PlayStation 5, Xbox Series X/S, Windows

Ya saben, soy de esa generación que creció viendo cómo los videojuegos dejaban de ser meros pasatiempos pixelados para convertirse en auténticos universos de pura cultura pop.

Y como ya lo sabemos, la cosa tuvo un (nuevo) boom de popularidad a comienzos de los 90s, de la mano de Nintendo y Sega. Y de los PC.

Este capítulo en particular sucedió cuando los primeros PC comenzaron a aterrizar en las casas. Yo acababa de salir del colegio y tener un computador en casa era prácticamente un lujo.

Por esos días, recuerdo perfectamente la primera vez que jugué Doom. El tema ya lo he documentado, si les interesa.

Y sí, fue un portal digital a otra dimensión. La violencia cruda en primera persona, el suspenso, la velocidad vertiginosa, el escenario infernal de ciencia ficción. Y especialmente, el sonido gutural de los demonios al caer por un buen escopetazo. Todo era una maravilla.

Oh, y el sonido en estéreo, en donde podías sentir el avance de los monstruos en 360 grados. Fue toda una explosión sensorial.

Doom fue, y sigue siendo, una de esas piedras angulares que definieron la fusión entre cultura pop y videojuegos. Ahora pasaban a ser un medio.

Por eso, cuando Doom: The Dark Ages fue anunciado hace algún tiempo, mi curiosidad se mezcló con un entusiasmo. ¿Un Doom medieval? ¿Con dragones y armaduras en lugar de armas futuristas? Sonaba tan arriesgado como fascinante, pero, por qué no.

Este, entonces, sería el tercer capítulo dentro de la resurrección de la saga, tras el éxito del Doom Eternal, el 2020.

Y ahora que lo he probado el nuevo juego en sus primeras etapas (son 22), puedo decirlo sin titubeos: estamos ante una de las entregas más refrescantes y potentes de toda la saga. Así no más.

 

Del Metal Industrial al Acero Templado

Lo primero que salta a la vista en The Dark Ages es la ambientación. Atrás quedan las estaciones espaciales oxidadas y los laboratorios infestados de demonios. Marte (al parecer), no existe en esta oportunidad.

En su lugar, ahora nos encontramos con castillos derruidos, catacumbas escenarios seudo medievales retro futuristas que parecen salidos de un sueño del gran Frank Frazetta.

Pero a no engañarse: el ADN del Doom clásico está intacto. Pasa que esta es una precuela al Doom del 2016.

La esencia sigue siendo la misma —moverse sin parar, destruir sin piedad, sobrevivir sin pestañear—, pero esta vez todo sucede en dinámicas mucho más aterrizadas y cuerpo a cuerpo.

Una de las decisiones más acertadas del juego fue la inclusión de un escudo multifuncional. Puede bloquear, contraatacar, y hasta lanzarse como un búmerang.

Combinar esto con armas como ballestas automáticas, rifles de plasma, cañones lanza huesos (esta es nueva) o la clásica escopeta, crean un ritmo de combate que se siente como una danza brutal, parecido a lo que fue en el Doom Eternal, pero con nuevas mecánicas de defensa y contra ataque.

Lo describo como una especie de “ballet de destrucción”, donde cada movimiento tiene que ser calculado, cada esquive, preciso, y cada golpe, demoledor.

 

Un Homenaje a la Vieja Escuela

Doom: The Dark Ages es, curiosamente, más fiel a sus raíces de lo que uno podría imaginar, a pesar de las novedades introducidas.

Hay algo profundamente satisfactorio en cómo este juego equilibra nostalgia y novedad: las piezas de armadura y de salud que se van encontrando en el camino, el soundtrack metalero -aunque se echa de menos la fresucra del compositor original, Mick Gordon-, los enemigos clásicos, etc. Todo chorrea nostalgia, de la buena.

Para qué decir la emoción al momento de encontrar una nueva arma en el camino. Nostalgia intacta.

El juego no se limita a ser sólo una reskin medieval; es una verdadera reinterpretación total del espíritu original del juego creado por John Carmack y John Romero, adaptada a un escenario diferente, pero con la misma urgencia visceral.

Además, el mapa 3D, el diseño de niveles fomenta la exploración y el uso inteligente del entorno. Recolectar salud o municiones mientras se esquivan golpes añade una capa estratégica deliciosa al juego.

Y esa sensación —ese vértigo— es lo que me recuerda por qué soy fan de esta saga desde hace tres décadas.

 

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