Cuando chico, durante la década de los 80s, uno de mis mayores placeres sociales era pasar tardes enteras con amigos en un arcade, que en Chile tuvieron el nombre genérico de «Flippers» o los «Delta«, por la popular cadena de videojuegos y pinballs que logró tener más de 30 locales a lo largo de Chile.
Ir a los Delta. Gastarse unas fichas en los Deltas. Había montones, por todos lados, y en la playa también. Pero también había otros arcades, como Flipperlandia, los Game Center o los mismos Juegos Diana. Todo eso, sin siquiera considerar la incontable cantidad de locales que existían por comunas o sectores más específicos.
Si la memoria no me falla, la primera vez que pisé un arcade y puse cara de baboso, fue a fines de los 70s. Tengo el recuerdo de ir de la mano con mi papá hacia el Shopping de Vitacura y desde lejos sentir una infinidad de ruiditos electrónicos a medida que nos acercábamos.
El notorio bajo pom-pom-pom-pom de los marcianos del Space Invaders, por ejemplo, era inconfundible.
Allí estaban los Flamingo (que luego pasaron a ser Flipperlandia) y al entrar, aún recuerdo la sensación mezcla entre aire acondicionado, muchas luces (por sobre una cierta luminosidad tenue del local), ruidos miles y una cierta onda media disco en el lugar. O sea, una sobre estimulación a los sentidos brutal. Y fascinante.
En general los arcades, es decir, esos salones repletos de flippers, videos, incluso juegos de mesa tipo Air Hockey, me recontraencantan. Siguiendo con la cosa nostálgica, recuerdo las idas «clandestinas»con mi abuelo a los Diana de Ahumada (los que acaban de cerrar) y un arcade, el legendario Galaxy Bowl, que estaba al lado del desaparecido Bowling de Apoquindo, en el segundo piso, donde después estuvo (gasp!) la Discola.
Uno se perdía entre tanto juego. Pero claro, nada de eso existe hoy. Ni los Deltas ni nada.
En verdad, son lugares que en su mayoría desaparecieron hace mucho rato. Desde que durante los 90s las consolas se apoderaron del entretenimiento casero, ir a los flippers ya no tenía mucho sentido. Menos aún para las nuevas generaciones.
Una pena, claro. Pero en EE.UU., que fue donde se masificaron durante los 70s y 80s (¿te acuerdas de la película Tron?), aún existen. Son escasos, pero los hay. En Japón, en cambio, los game centers todavía abundan.
Esto nos conduce a la AMOA, también conocida como la Amusement & Music Operators Association, feria dedicada al entretenimiento electrónico que se realiza anualmente en EE.UU. y que este año tuvo lugar en Las Vegas a fines de septiembre. A este lugar sí que me encantaría ir.
Es como el stand de Japón en la FISA, en los 80s, cuando uno podía ver las novedades que meses después iban a estar en los Delta. Pero claro, acá está multiplicado por diez.
Este año hubo 6.000 asistentes y hubo de todo. ¿Detalles? Acá hay un buen reporte del sitio Retroblast, por acá, con buenas fotos y todo, otra el sitio local RetroGamer tiene una especie de museo dedicado a la época acá en Chile y finalmente un artículo de La Tercera, en donde entrego mi opinión y recuerdo sobre el tema. Por Dios, qué recuerdos.