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¿Y Quién es Will Wright?

Así como Shigeru Miyamoto lo es para Nintendo, Will Wright es el símil el popular mundo de los simuladores sociales conocidos simplemente como sims, y que tienen que ver con la creación de entornos virtuales urbanos en donde sus habitantes se comportan y realizan quehaceres al igual que en el mundo real.

Gracias a exitosos juegos como SimCity (1989) y la saga social de The Sims (2000), Wright ha hecho escuela.

Hoy, está nuevamente ensalzado como el nombre más importante de la industria de los videojuegos gracias a su nueva creación, la ultra-esperada aventura evolutiva llamada Spore.

Descrito por la gente con la que trabaja como “una persona simpática, algo extravagante, muy brillante y especial”, aunque también como “obsesivo”, Wright nació el 20 de enero de 1960, en Atlanta.

Criado con educación Montessori (“el colegio me enseñó el placer de descubrir cosas”, afirmó al New Yorker el año pasado), comenzó su carrera como diseñador en 1984, al diseñar el Raid on Bungeling Bay para el Commodore 64.

El éxito llegó después en los noventa, claro, con el SimCity, el primero de varios simuladores urbanos que hasta el día de hoy son de los títulos más populares para PC. Tanto así, que tienen su propio género y es considerado uno de los juegos más influyentes de todos los tiempos.

Conocido por ser un coleccionista de restos del programa espacial soviético («un asiento del Soyuz, controles del Mir, todo por eBay»), Wright logró fundar su propia compañía –Maxis, ubicada en Emeryville, California– que después vendió a Electronic Arts.

A partir de ahí, logró amasar una pequeña fortuna, además de varios reconocimientos mundiales, como ser la quinta persona incluida en el Salón de la fama de la Academia de Artes y Ciencias Interactivas y ser ungido como uno de los diseñadores más importantes de la historia por publicaciones tan diversas como Time, Entertainment Weekly y PC Magazine.

Ahora, gracias a Spore –juego que comienza a nivel unicelular para ir luego evolucionando hasta la conquista del espacio–, a Wright le queda mucha cuerda para seguir manipulando a sus pequeños ciudadanos pixelados. Como si fuese un titiritero. Más bien, como un dios virtual.