Aleksei Leonidovich Pajitnov fue uno más de los ingenieros informáticos rusos quitados de bulla que trabajaban para el Centro de Computación de la Academia de Ciencias de Moscú.
En sus ratos libres, durante 1984, Pajitnov utilizó su computador Elektronika 60, de fabricación soviética, para crear un programa pasatiempo basado en tetronimos, es decir, figuras de cuatro bloques, que caían sin cesar.
La idea: agruparlos mientras caen, de tal manera que no quedaran espacios entre las piezas. Y lo bautizó como “Tetris”. Por las piezas, y por su deporte favorito, el tenis.
Una vez completado, el juego fue porteado a un PC IBM y comenzó a ser difundido a través de todos los computadores de la ex U.R.R.S., hasta que llegó a las manos de unos programadores en Hungría que lo tradujeron para el Apple II y el Commodore 64, populares terminaloes coimputacionales de la época. Pajitnov rápidamente se transformó en una celebridad.
De ahí, el juego se multiplicó como un virus por el resto del mundo. No sólo nadie se podía resistir a su adictiva simpleza, sino que todos querían jugar con el primer videojuego hecho tras la cortina de hierro. Un año después, Pajitnov ya era una estrella mundial.
Pero el programador, de actuales 53 años, no vio mucho éxito con el juego en primera instancia. Por el contrario, ganó muy poco dinero hasta que recién en 1988 el juego estuvo disponible comercialmente en el mundo. Sucedió que el gobierno soviético se adueñó de los derechos del Tetris y los vendió a precio de huevo.
Y claro, fueron compañías occidentales las que finalmente se hicieron millonarias, como Atari, que popularizó el juego en los arcades, o Nintendo, donde el Tetris fue el cartucho punta de lanza para su consola portátil Gameboy, a fines de los 80s. Hoy, el juego ha vendido más de 84 millones de copias.
De todos modos, a Pajitnov no le fue tan mal después de todo. Además de ser reconocido como el padre de los videojuegos rusos y que su juego pasara a engrosas las filas de la cultura pop geek (como el homenaje que le hizo Google hace unos días en su página de inicio), el hombre obtuvo suculentas ofertas para “occidentalizarse”.
Y lo hizo: en 1991, se fue a trabajar nada menos que a Microsoft. Y en 1996, los derechos originales de su juego fueron recuperados. Hoy, Pajitnov debe tener el pecho muy inflado, con justa razón.