Corría el verano boreal de 1999. Por esos días vivía en los EE.UU. y, un día, vi en la tele un comercial que me voló la cabeza. Era sobre la nueva consola de Sega, la Dreamcast. No sé por qué, pero el concepto tras ese comercial me hizo replantearme hacia dónde iban los videojuegos. Sin duda, hacia un mercado más adulto. Pero había más.
Por alguna extraña razón, más allá de sus atributos técnicos, la Dreamcast se asentó en el corazón gamer con mucho gusto, con éxito durante su lanzamiento (al menos en Occidente) y con una propuesta bastante novedosa en términos de carácter. La consola "pensaba". O eso era lo que Sega quería hacernos creer. Y funcionó. Por un tiempo, al menos.
Los detalles de la consola posiblemente más de culto en la historia de los vidoejuegos y una lista con sus mejores títulos, como siempre, después del salto…