“Sey hellooo to ma littel frend!!!”—Tony Montana en Scarface.
Lo mejor del juego es su premisa: ¿qué hubiese pasado si al final de la película de Brian de Palma, Tony hubiese adivinado que alguien venía por atrás para volarlo en mil pedazos y la cosa hubiese sido alm revés? Pues así es como comienza el juego: mata s a todos los hombres de Soza, escapas de la mansión y comienzas de cero. La idea, claro, es retomar el control de tu imperio y de la ciudad de Miami. Tal como en el GTA: Vice City.
Entonces, la idea es renacer. Para esto, Tony deberá realizar una serie de misiones que van desde perseguir tipos, amenazarlos a golpes, aniquilar bandas rivales, transar cocaína y hasta conseguir chicas. Todo esto, por dos motivos básicos: amasar dinero (que finalmente es el gran objetivo del juego) y aumentar tu reputación. Tal como en, em, el GTA: Vice City. La diferencia es que acá cuentas con un medidor de bolas (sí, de testículos) que al momento de ser llenado, desata el modo “rage” que no sólo transforma el juego en primera persona y te hace invulnerable por algunos segundos; además, regenera tu salud por cada tipo que matas. Gran detalle que hace que el juego cobre un interés extra.
Para realizar las misiones encomendadas, el juego provee un generoso arsenal de armas y vehículos: autos y lanchas –de todo tipo, tamaño y velocidades– al clásico arsenal que va desde armas cuerpo a cuerpo (la motosierra es obviamente la más divertida de todas) a potentes carabinas de asalto como la que uso Tony para defenderse de los matones de Soza al final de la película.
Los gráficos del juegos son totalmente estándar para un juego de este tipo. Y si fuera un poco más crítico, diría que el GTA: San Andreas tiene gráficos mucho mejores. Sí hay que reconocer que el modelo de Al Pacino está muy bueno y se parece bastante al original. El resto de los habitantes de Miami es totalmente genérico y repetitivo (los policías, los dealers, los pandilleros, las chicas, etc.). Los diálogos están ok, aunque con un impresionante léxico de garabatos que harían sonrojar al mismísimo Daniel Viclhes y sus Académicos de la Lengua, especialmente cuando uno aplica el modo “rage”, donde Montana se manda una perorata de aquellas.
Who’s your daddy cool, cabrón: Tony despacha una banda rival, pero siempre con estilo (latino, claro).
El otro detalle interesante son las voces. La de Montana no está doblada por Al Pacino, pero sí por un actor (un tal André Sogliuzzo) que fue personalmente escogido por él. Y lo hace bien. Se acerca bastante al acento, a los modos y al estilo de Pacino en el original. Como trivia, Robert Loggia (Frank López en la película) y Steven Bauer (Many en la película, brazo derecho y mejor amigo de Tony, además de estar obsesionado con su hermana Gina) aparecen con breves cameos vocales interpretando a personajes en el juego. Cool.
Por su parte, la banda de sonido es un agrado. Muy en la onda de revival de las estaciones de radio del GTA: Vice City, el soundtrack de Scarface está lleno de hits (y one-hit-wonders) ochenteros, desde Billy Ocean e Iggy Pop a desconocidas joyitas como los new-wavers Wire Train. Pero también hay hip-hop old skool, música cubana, neo-heavy metal, hardcore (¡está Suicidal Tendencies!) y hasta reggaeton. Todo, armado como compilaciones en casete (buen detalle).
Metacritic le otorgó una nota promedio de 75 al juego y si aún no lo has probado, puedes visitar la página oficial del juego acá.
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