No se supo mucho, pero se hizo. Me refiero al Seminario de Videojuegos y Educación que organizó el programa Enlaces del Ministerio de Educación junto con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
La cosa se desarrolló en el Aula Magna de la UC y en el Hotel Crown Plaza y finalizó ayer miércoles. Estuvo bueno.
Yo fui como invitado, y me habría gustado participación en el panel, pero por problemas logísticos y de tiempo, sólo pude asistir a las charlas del día martes. Y valió muchísimo la pena.
Primero, por el seminario en sí. Jamás me imaginé que en Chile podían tomar en serio el tema de los videojuegos, ni mucho menos ponerlo en la misma frase con «educación».
Segundo, no sabía que había una «escena» en torno a los videojuegos. Incluso, me asombré en enterarme que existe una asociación de desarrolladores de videojuegos en Chile, entidad a cargo de Alejandro Woywood, y que tras un rápido googleo, no tiene página web.
Y tercero, lo mejor, es que los medios pescaron.
Los expositores fueron hartos y variados. Por mi parte, la exposición que más me gustó fue la de Edward W. Adams, un consultor que lleva demasiados años en la industria y, si me apuran, diría que en general escuché hablar más de educación que de juegos, pero este señor bonachón dio en el clavo al hablar relajadamente de cómo veía el el tema. Estuvimos muy de acuerdo.
Básicamente, le horrorizaba ver como hay juegos llamados Math Blaster que ponen a un mono tipo animé con un rifle más grande que los del Halo para hacer simples operaciones básicas. O juegos que tienen frases del tipo: «El Señor Spock debe saber cuanto son 2 + 2 para salvar la tierra. ¡Ayúdalo!».
Además cree que los juegos en sí son inherentes para el desarrollo de un niño. Estoy de acuerdo. Nunca le creería a un superhéroe espacial para aprender a hacer divisiones. En vez, si me ponen una división dentro del contexto de un juego, la cosa podría cambiar. Y ser mucho más entretenido.
Como sea, el evento fue un pequeño placer. Que vengan muchos más. Y ferias, exposiciones, todo. Porque esto un eslabón más en la confirmación social y mediática de que al fin a los videojuegos hay que tomarlos en serio.
No como un mero entretenimiento para niños idiotas (no lo sabré yo), sino que una industria y una forma de entretenimiento, arte y hasta de educación. ¿Por qué no? Querer es poder, dicen.