Sega antes era otro tipo de compañía. Hoy sólo se dedica a la publicación de juegos, pero antes, la compañía japonesa fundada en los EE.UU. en 1940, era un actor tan importante como hoy lo son Nintendo, Sony o Microsoft.
Mal que mal, en los 80s había dos posibilidades: se tenía un Nintendo Entertainment System (NES) o un Sega Master System.
Los que optaban por este último, aducían que la iconografía de la marca –encabezada por su mascota oficial, el puercoespín azul Sonic– era más cool y pillo que el bigotudo Mario, mascota de la competencia.
20 años después, la historia -y la industria- no pensarían lo mismo.
Pero así como Nintendo ha tenido a su ángel de la guarda, encarnado en la figura del genial Shigeru Miyamoto –padre de Mario Bros, Donkey Kong, Zelda y condecorado con cuanta distinción existe–, Sega también tuvo a su diseñador estrella con el carismático Yu Suzuki.
El hombre de actuales 50 años ha sido simplemente el creador de los juegos más emblemáticos y famosos que han salido de la factoría Sega, como el Out Run, el clásico de motos Hang On, After Burner, el costoso Shenmue y la saga de peleas Virtua Fighter (premiada por el Instituto Smithsonian), entre muchos otros.
Nacido en Iwate, Japón, en 1958, Suzuki entró a la compañía en 1983, poco después de haberse titulado como ingeniero en computación.
Respetado y reconocido en su país como un filósofo amateur, matemático, pintor y músico, el veterano programador hizo noticia hace unos días tras el anuncio de que dejaría su cargo de Director Creativo de Sega para abocarse a labores menores de la compañía.
La noticia, sumada a otros cambios de puestos claves entre ejecutivos y diseñadores, deja entrever con un hálito de nostalgia que Sega definitivamente está en aras de buscar un recambio generacional para reposicionarse en una industria que está generando anualmente cerca de US $ 40 mil millones.
Al final del día, es entendible. Pero los grandes creadores son los que al final valen. Creo.