Tal cual: este mes, el viejo y querido Atari 2600 cumple tres décadas de historia.
Si mal no recuerdo, fue la navidad de 1981 o 1982 en que un 25 de diciembre recibí de regalo un flamante Atari 2600 cuando tenía menos de 10 años. Obviamente, había hinchado con tener uno hace tiempo. Hasta que mis padres finalmente cedieron a la opresión infantil. Por la chita que fui feliz.
Me acuerdo del impacto de ver correr por primera vez un Atari. Fue en la casa de un amigo, una invernal tarde de sábado. Su papá se había traído uno desde EE.UU. y ver correr juegos de verdad (no como el Pong, que era choro, pero nunca me conquistó del todo) fue alucinante. O sea, la tele funcionaba para algo más que ver tele, por Dios. Increible. Tenía que tener uno.
Recuerdo que la caja venía con el clásico Combat -el primer juego creado para la consola– y, como gran cosa tipo promoción, el también clásico Asteroids. Ahí sí que no me depsegué de la tele.
Recuerdo todo y cada uno de los detalles de esos juegos: los colores, formas, gráficos y especialmente los sonidos. Es más, podías pasar en bicicleta por el barrio y era fácilmente reocnocible cachar quién estaba jugando Atari al pasar. Fue toda una revolución.
También recuerdo que en un recientemente inaugurado Parque Arauco (1982) había una elefantiásica estación de juegos en una de sus tiendas ancla (¿Muricy? ¿Gala Sears?) que permitía jugar toda la librería de juegos de Atari, aunque por sólo 30 segundos por juego (las colas eran enormes, esperaba pacientemente, jugaba y luego volvía a hacer la fila).
La misma maquinita después fue utilizada en Sábados Gigantes para hacer un concurso: quién anotaba más puntos jugando 30 segundos al Space Invaders. Genial. Era, claro, mi concurso favorito junto con el «Dispara Ud. o Disparo Yo».
Luego, llegaron más juegos. Como el Adventure, uno de mis juegos favoritos de todos los tiempos y probablemente el que le tengo más cariño de todos. También estuve pegado un buen rato con el Pitfall!, el primer juego no Atari (era Activision) que tuve.
Pero hubo de todo, incluyendo varios juegos no Atari que me trajeron mis padres de un viaje a EE.UU. como el Demon Attack (que era parecido al Phoenix) y claro, títulos clave como el Pac-Man (el más vendido para la consola), el gran Yar’s Revenge o el funesto E.T.
Después de eso, mis recuerdos son más bien difusos… No sé qué habrá pasado con la consola y con los cartuchos (¿los habrán regalado mis santos progenitores?).
Lo que sí recuerdo es que algunos años después mi obsesión se trasladaría hacia los primeros computadores personales. Todo el mundo tenía un Atari 800XL y yo… tuve un flamante Commodore 64 con disketera. Pero eso es harina de otro costal y tema para otro posteo.