Recuerdo perfecto el momento en que conocí el Sega Genesis. Fue durante el verano de 1992, enero o febrero. Me acuerdo porque hacia mucho calor. Y la maquinita la conocí en la casa de un amigo. Sus papás le habían traído la consola a su hermano chico, que estaba loco con la máquina. Yo también. Mi amigo, no tanto.
Me acuerdo que lo primero que me llamó la atención era lo estilizado de la consola. Negra, elegante y brillante -a diferencia de los conceptos más bien plásticos de antaño-, de cierta manera se parece un poco a la actual PlayStation 3. Un poco nada más.
La probamos de inmediato con el Altered Beast, juego que más o menos dominaba en lo flippers y que venía junto a la consola, así que todo fue rápido. Primer impacto: increible cómo se parece al juego original. Segundo impacto: los controles tenían muchos botones. Tercer impacto: Atari quedaba muy atrás en el recuerdo. Más, después del salto…