Confieso que los juegos de estrategia en tiempo real –o RTSs– no son mi fuerte. Pero a diferencia de los juegos de rol, éstos sí me gustan. Aunque siempre los he encontrado complicados y difíciles de disfrutar.
Mis experiencias con RTS son menores y se restringen a casos como el legendario Cannon Fodder en el Commodore 64 y, posteriormente, con el Company of Heroes, en PC, soberbio juego con el que poco y nada pude avanzar, porque simplemente me ahogaba.
En consolas probé el Command & Conquer 3: Tiberium Wars (con esas divertidas cinemáticas protagonizadas por Michael Ironside), pero nunca logré enganchar con las mecánicas del juego y su tono sombrío. Simplemente, no pude.
Pero con la llegada del Halo Wars –el que, de manera prejuiciosa, consideraba como un RTS más- cambió mi percepción sobe el género. ¿Por qué? Por tres poderosas razones…
